Relatos

Esta página está dedicado a mis relatos, los que escribo en casa, en la calle, y en clase. No sé si son buenos, o si son malos, simplemente los escribo, y dejo que el resto opinen. Así que si los subo aquí,es para eso; que opines tras leer, me digas que tan bueno o malo es; todas las críticas son bienvenidas.
Por si alguien lo duda, todos los relatos son míos, están escritos a mano y protegidos aquí y en papel por derechos de autor y otros métodos de seguridad, que me veo mejor poner.
Ningún título es de verdad, y pocos tienen, pues soy un desastre a la hora de pensar unos... Así que, ¡bienvenidas sean las propuestas!

Bien, antes de dejaros los relatos, repetiré por pura precaución (e inseguridad de Internet...), que el Derecho de Autor de todos los relatos de aquí son míos. Bueno, decid que para algo escribo todo a papel antes de subirlo... Además, puesto que el blog ha sido cambiado al completo, voy a volver a subir los relatos que una vez estuvieron en "Laura-My Life" poco a poco.

Ahora sí, os dejo con los relatos, espero que os gusten y comentéis:


               Tanto tiempo huyendo de la oscuridad, tanto tiempo negándole sus ofertas... Y ahora, estoy así.
Mis espadas brillan con el reflejo de la Luna, haciendo ver con facilidad, la sangre pura que gotea de ellas.
No tengo piedad, no tengo compasión. Mato sin pensar, regocijándome entre los cadáveres. Ya no siento, ya no temo. No tengo nada que perder, ya lo perdí todo. El mundo me traicionó, y yo le traiciono a él.
No volveré a caer en la luz. Seguiré caminando, acabando con aquel que se cruce en mi camino.
Me sangran las heridas, me mata la conciencia, pero no me importa.
¿De verdad es esto vivir? No me siento a mí mismo, no soy consciente de mis actos. Tan solo soy una fantasma del pasado, un alma sin camino.
Solo soy alguien al que le quitaron todo, 
acabando por perder su libertad.

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               En una noche sin estrellas, un único cuervo blanco viaja por los cielos. Busca un lugar donde posarse. una rama donde descansar.
La suave brisa le arrastra hacia fuertes corrientes, donde es impulsado con fuerza, y encuentra libertad. Desea aparar, pero sus alas siguen aleteando. No puede seguir, le cuesta respirar, se está asfixiando, pero aun así, sigue volando.
Su cuerpo pide descansar, su alma luchar. Tiene que ser más rápido. Aquellas jaula de la que escapó, tan solo fue una ilusión de su terror. Su miedo agonizando tras unos barrotes, deseando ser por fin libre.
Ahora que lo es, no sabe qué hacer. No volverá, no volverá a ser encerrado. Fue mucho tiempo sin ver la luz, mucho tiempo sin desplegar sus alas.
Tiene que seguir, luchar, escapar.
Necesita continuar, 
para no perder su libertad.


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               Soy arrastrado sin oponer resistencia, atado de los collares que rodean mi cuello. Parecen débiles, pero los humanos no pueden quitármelos, pues mi especie los creó y solo aquel que se los puso, podrá quitárselos.
Mis compañeros vendrán a buscarme, pero no sé cuándo. Mostrarnos es peligroso, y preferiría no ser rescatado, si alguien puede salir herido. Puede que me golpeen, seguro que experimentan conmigo, tan solo para creerse superiores. Los humanos necesitan eso para vivir, necesitan humillar al ser ajeno para sentirse bien. En parte me dan pena; vivir de esa forma es agobiante, y en realidad no es algo a lo que se pueda llamar "vida".
Siento un tirón, y uno de los collares me corta la respiración unos segundos. Esta vez, no puedo evitar reprimir un gruñido. Me pregunto por qué quieren ser como yo; mi vida es más larga y puedo transformarme en todo animal que veo, pero debemos ocultarnos y no relacionarnos con otros.
En este momento, podría arrancar mis collares y escapar.
Pero no soy capaz,
porque estos collares, 
poseen la vida de aquellos,
que una vez murieron por mí.

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               Camino en un mundo extraterrestre. Sin vida, sin aire. La muerte me atrapa entre sus brazos. Una suena melodía resuena en la nada. El suelo desaparece a jirones, y  a cada desgarro siento una parte de mí sufrir.
Todo se vuelve negro, solo la nada me rodea. Tengo miedo, estoy asustada, me duele el cuerpo. Pero no puedo rendirme, no puedo morir. Ni siquiera sé dónde estoy, qué y quién soy, pero mi alma lucha contra la oscuridad. Mi mente divaga buscando recuerdos, explicaciones. No encuentro nada, todo está en blanco, como si mi vida fuera inexistente y sin importancia.
Me pregunto cuánto tiempo pasará,
cuánto tiempo aguantaré en soledad.

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               Crecimos en un mundo ya creado, siendo enseñados a hacer lo que nos decían. No podíamos opinar, no podíamos rebelarnos. Esclavos de una sociedad alterada por el poder y las leyes.
Ahora quiero huir, escapar, marcharme lejos. Atada con cadenas invisibles, a un lugar sin salida. Sin felicidad, sin amigos, sin libertad. Sola en este mundo donde sólo yo vivo, superviviente de la guerra que acabó una vez con todos. Almas que vagan asustadas por las calles desiertas, buscando un lugar donde esconderse.
Yo, sentada sobre el último tejado del mundo, dejando al viento acariciar mi pelo y susurrarme palabras de consuelo, mientras las lágrimas caen por mis mejillas, conscientes de la angustia y soledad que me rodean..
Sola en un mundo ya perdido,
sola en un mundo sin final.

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               Lo amaba, lo sabía, y no podía hacer nada para evitarlo. Aun recuerdo aquella tarde cuando entré a robar en su barco, siendo capturada por él. Capitán Falcon, uno de los cinco mundialmente conocidos piratas. Tan solo a él no le había conseguido robar, y ahora, compartíamos tesoro. Aunque nuestro primer encuentro, no fue favorable para ninguno de los dos; él perdió la mano derecha, y yo acabé en una bodega llena de ratas...
Tantas cosas pasamos juntos... A penas con veintitrés años cada uno, metidos ya en un mundo de robos, batallas y muerte. Nada fuera de lo normal en estos tiempos, pero sí peligroso. A punto estuvimos de morir varias veces, y otras tantas quise matarlo yo a él. Me capturó, me enamoró, me abandonó, me recuperó... Demasiadas cosas para contarlas todas ahora. Lo que sí puedo asegurar, es que, aun ahora, año y medio después de conocer a Antar, no me arrepiento de ninguno de mis actos. Ni siquiera teniendo que calmar todas las noches, a bebés de poco más de dos meses. 
Porque este es el mundo que elegí para mí, y es aquí donde mis hijos crecerán, junto a mí y a Antar, hasta que una nueva aventura comience.

(Este es el resumen del rol (historia doble) que estoy escribiendo con Brisa en "Huellas de Lobos". Para leer la historia entera, entrar aquí:
 http://huellasdelobos.foroactivo.com/t340-piratas-rol-privado#3593)

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               Y al sentir las cadenas en mis brazos, el dolor me rodeó de nuevo. Grité sin evitarlo. Eran demasiados días en la oscuridad, demasiadas horas de tortura, demasiadas heridas.
No sabía si estaba ciego, o la sangre me nublaba la vista. Pero dolía. Mi ojo izquierdo, receptor del primer latigazo, aun sangraba de forma constante.
Las gotas de sangre goteaba con lentitud y constancia, debilitándome a cada momento, y atrayéndome más a la muerte. Aunque en realidad, no me importaba. No sabía cómo mi corazón seguía latiendo, supuse que era por la fuerte naturaleza de mi especie. Y aun así, ¿cuánto más podría resistir? Sólo las frías cadenas me mantenían en pie y podían hacerme sentir que estaba vivo.
Quería vivir y quería morir. Necesitaba vivir por orgullo, y deseaba morir por dolor.
Sabía que eso no acababa ahí, que ese mismo día volvería a ser torturado, y quién sabe de qué forma. Y quizá moriría, o quizá moriría. Pero era fácil adivinar, que mi vida acabaría en ese oscuro lugar, donde jamás volvería a ver la luz del Sol. Donde en cualquier momento, me entregaría a los brazos de la muerte, y sería por fin libre de cadenas.

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               Dos años encerrada, en un juego sin control. Maldito el día en el que me conecté.  Maldito el día cuando dejamos de poder escapar. Un juego sin salida, donde la palabra "morir", es mucho más que una simple palabra. Morir significa también la muerte real, donde la vida, sí que importa.
Terror, pánico, agonía... Dos años rodeada de esos sentimientos, sin poder escapar de ellos. Dos años luchando sin parar, siendo obligada a madurar. Dos años viendo morir a compañeros, con la impotencia de no poder hacer nada.
En este mundo virtual donde la palabra "salir",
no existe.

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               El cielo azul, las aves volando, la hierba riendo. Una mañana alegre en el bosque. Los ciervos corren por la pradera, mientras otros batallan entre ellos. El río fluye con rapidez, derrochando tranquilidad y paz. En una esquina del bosque, una osa busca comida para sus oseznos. El viento sopla con suaves brisas, acariciando hojas y pelajes. En una elevación del terreno, una manada de lobos aúlla junta, lista para la cacería.
Toda una nueva vida comenzando tras un largo invierno, en el Primer Día de Primavera. La nieve ha dejado paso al agua, y las nubes de tormenta al Sol. Como si aquellos oscuros y grises días del pasado, nunca hubiesen sucedido, desapareciendo ahora en una suave melodía de la Naturaleza.

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               Me lanzas una mirada insinuante, provocándome un leve rubor, antes de entrar a la pista. Te sonrío mientras observo tus movimientos, nerviosa por empezar. Al llegar a mi lado, acaricias mi mejilla con suavidad, a la vez que caminas hacia el centro de todos los bailarines, entre los que yo me encuentro.
La música comienza a sonar, con ritmo animado, mientras nosotros cantamos con energía e interpretamos la coreografía que tanto hemos ensayado. Quizá ahora, todos con más alegría y empeño.
Al acabar, la sala entera se llena de aplausos y vítores. Yo, aun sujeta por ti, sonrío y casi lloro de alegría. Tú me miras, sueltas una risa pícara, y seguidamente me besas, haciendo que me sorprenda y sonroje. Te correspondo sin dudar, pues aunque al principio te odiara, ahora te amo.
Como si eso fuera parte de la actuación, los aplausos aumentan, y al separarnos  nosotros saludamos aun con energía. Lo que no saben, es que eso no estaba pensado, solo pasó, porque así lo queríamos los dos.
Quizá aquello eran más que una canción y un baile,
quizá aquello trataba de mostrar todos nuestros sentimientos.

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               Le envolvía el miedo, el terror, la impotencia. Corría por la orilla con esperanzas de alcanzar su mochila. No la alcanzaba, temía perderla. Pero la corriente era demasiado fuerte, lanzarse supondría la muerte. Y aun así saltó, arriesgando su vida por aquel objeto.
Muchos lo verían tonto, otros como un loco, pero no era así. Aquella mochila era mucho más que un trozo de tela para él. Era el único objeto que tenía de su hijo, el único recuerdo de aquel que siempre estuvo a su lado. No podía perderla. Hacerlo supondría volver a perder a su hijo; no podía volver a pasar por eso.
Consiguió alcanzarla, saliendo a duras penas del agua, jadeante y adolorido. Cayó rendido sobre la hierba, agarrando con fuerza la mochila, derramando unas pequeñas lágrimas sobre esta. 
Se encogió sobre sí mismo, protegiendo con su cuerpo aquello que había rescatado.
Como si esa mochila, lo fuese todo.
Como si esa mochila, pudiera traer a su hijo de vuelta.

(Relato basado en una escena de la película "El Camino")

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               Hay veces en la vida, en las que es necesario revelarse, dar la cara por aquello que amas y protegerlo hasta la muerte. 
Sin embargo, también hay muchas veces, en las que nada pasa como quieres, y acabas por perderlo todo. Eso me pasó a mí. Me rebelé, mostré mi enfado y luché junto a otros por la libertad, por salvar a nuestras familias. Pero nos equivocamos. Esa decisión nos llevó hacia el camino de la desesperación, donde el dolor, la venganza y la muerte siempre estaban presentes. 
Mientras luchábamos, el enemigo acababa con aquello que amábamos más que nada. Mataron a mi hermano, a mi hijo y a la mujer que amaba. Esos sacrificios trajeron a mi caminar más ansias de venganza, sin saber cuándo acabaría todo.
Ahora lo sé, sé como va a acabar todo, sé que elegí el camino equivocado. Ahora, con una espada atravesando mi pecho, pienso en todo lo que he perdido, y en todo lo que podía haber disfrutado. Pero elegí luchar... ¿Hice mal?, ¿hice mal al luchar por la libertad?, ¿o elegí el camino correcto, pero no atendí a aquello que quería proteger? La verdad, no lo sé. Aunque tampoco importa, porque dentro de poco me reuniré con mi familia, y podré pedirles perdón a todos por no haberlos protegido. 
Y así, el dolor que siento, la sangre derramada por mi cuerpo, es víctima del dolor que debo a la vida, por haber acabado involuntariamente con mi propia familia.

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               Sobre el terreno gris, producto de la guerra provocada, un rayo de luz está a punto de traer la vida de vuelta.
Las armas invaden los suelos, ya no hay árboles, hierba ni lagos, solo cadáveres y unas pocas personas supervivientes. Solo humanos, ningún otro animal ni planta, porque ellos acabaron con todo.
Entonces, de la nada, tres jóvenes aparecen, cada una en un lugar diferente, esperando a unirse por fin. A la mayor, Alice, la acompaña un gran león, majestuoso y poderoso. A la mediana, Kira, le acompaña un fiel corcel salvaje, con voluntad y fuerza. Y a la menor, Layla, pero igual de imponente, le acompaña un lobo blanco, caminando con honor y mostrando libertad.
Las tres hermanas, junto a sus hermanos animales, hacen florecer hierba, flores y árboles allá por donde pisan. Los paisajes que ahora son leyendas, vuelven a aparecer, y con ellos los animales que pertenecen desde el inicio a esas tierras.
Como si  de un milagro se tratase, los supervivientes de la guerra las observan caminar, con un melodía proveniente de la Naturaleza de fondo. Sus armas se convierten en plantas, animales y rocas, transformando el mal en bien.
Todos los siguen, humanos, animales y hasta plantas, que parecen querer moverse con ellas. Una escena única, la resurrección de un mundo perdido.

Al juntarse las tres, las nubes hacen hueco a un rayo de Sol, que se cuela entre el cielo gris, iluminando por igual a Kira, Alice y Layla, junto a sus amigos. Parecen no tener rumbo fijo pero, de la nada, metros adelante, un gran árbol empieza a crecer, uno nunca antes visto.  Las jóvenes, al verlo, caminan sin dudar hacia él, hasta llegar a su lado, e inclinarse con educación, agachando la vista a la espera de algo. 
El árbol, representante de la Naturaleza, que revivirá aun de sus cenizas, no tarda en empezar a moverse. Sus ramas se acercan a las cabezas de las chicas, creando sobre cada una, una tiara adornada con flores, colocándolas luego con delicadeza. A los animales, que también se han inclinado, les dibuja su símbolo sobre la cabeza.

Todos, absolutamente todos los presentes, humanos, animales y plantas, callan ante la imagen. Al acabar la ceremonia, de la nada aparece una roca inclinada, invitando a las hermanas y sus compañeros a subir a ella. Estas, sin dudar, suben hasta llegar al borde, donde vuelven a ser iluminadas por el Sol y, cuando toda la atención está sobre ellas, de sus espaldas aparecen una grandes alas, similares a las de un ángel pero sin serlo, que apuntan directamente hacia el Sol.

"La ignorancia del humano y sus guerras han traído el cáos y la destrucción al mundo. Aun así, la Naturaleza ha elegido daros otra oportunidad, una donde deberéis tratar por igual al resto de seres, y una donde nosotros estaremos presentes, dispuestas a responder a vuestras dudas. Ahora, ir y vivid, pero no olvidéis seguir un camino diferente al que tomasteis una vez, pues debéis de avanzar hacia un futuro de paz y unión, no uno de guerra y división.
Vivid esta nueva vida, en este nuevo mundo, tal y como os dicte vuestro corazón".

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               Tras presentar a todos mis compañeros y haber dado ellos algún gusto suyo, me dispuse a regresar a mi sitio. Sin embargo, algo me lo impidió.
-Espera, no me has dicho nada de ti.
Devon, el nuevo, sonreía mostrando unos pequeños colmillos, con unas características lobunas casi imperceptibles. Le devolví la sonrisa y contesté.
-Los lobos.

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               No lo entendía. Estaba enfadada, frustrada y a la vez... ¿Feliz? Daba igual, ¡lo que había hecho era una locura! Y aun peor; no había vuelta atrás.
Me giré hacia él, quien había estado callado todo el tiempo mientras yo pensaba qué decirle. Estábamos en mi casa, aprovechando que no había nadie. Aunque claro, antes no importaba que él estuviera conmigo, porque nadie le veía. Pero ahora sí.
-Eres un idiota.-solté.
Él no respondió, sino que se acercó algo más a mí, cauteloso. Yo no le impedí aquel movimiento.
Había sido estúpido, ¿por qué? Fácil; Kinta había ido a clase como un alumno nuevo. Como un humano. Después se había presentado a la clase, y anunciado que yo era su novia. 
¿Que por qué estaba enfadada? Bueno; ¡se supone que él es un espíritu!, o al menos lo era. Era mi acompañante, mi amigo, mi protector... Y solo yo podía verle, solo yo sabía que estaba ahí. Y sin embargo, había firmado un pacto con El Rey de los Espíritus para volverse humano, y poder estar de verdad conmigo.
Y lo peor, aunque quisiera, no podría odiarlo por ello, pues yo ya lo amaba. Aun así, me fastidiaba-y mucho- que no lo hubiera consultado conmigo. Claro que la respuesta por mi parte hubiera sido clara; ¡no!
-No lo tenías que haber hecho, ¡te has condenado a un vida humana!-grité.- No hay razón para lo que has conseguido con esto.
Aun le daba la espalda, y unas lágrimas habían empezado a caer por mis mejillas, enrojeciendo mi rostro. 
-En realidad, si la hay.- lo sentí atraerme hacia él, pegándome a su cuerpo.- La única y verdadera razón para esto, es que te necesito, necesito estar contigo hasta el final de nuestras vidas, necesito protegerte. Y si para ello debo perder mis poderes y volverme mortal, no me importa.
-Aun así...
-No me importa lo que digas.-susurró en mi oído.- Te amo, y eso no cambiará nunca.
Girándome hacia él, le miré a los ojos y mostré una sonrisa triste.
-Yo también te amo.
Antes de que pudiera decir algo, me besó. Y tanto sus lágrimas como las mías, se entrelazaron con nuestros labios.

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               Silencio sepulcral. Hojas pasando con lentitud, leves susurros y olor a antiguo constante. Parecía un lugar calmado, cuando, en realidad, no era más que un campo de batalla, donde miles de pensamientos flotaban y eran intercambiados en el aire. Y aun así, nadie sabía a quiénes pertenecían esos susurros tan temibles. Nadie hablaba, entonces, ¿por qué no había silencio?
Eran los libros aquellos que soltaban palabras e intercambiaban diálogos. Parecían burlarse de los humanos, riendo y jugando entre ellos.
No era una biblioteca mágica, sino una común donde los segundos transcurrían como horas. Donde los libros, al igual que en todas las estanterías, hablaban entre ellos. Los humanos tan solo debían de cerrar los ojos y dejarse llevar por la sintonía del silencio, para darse cuenta de ello.

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               Veía la desesperación en sus ojos. Nadie lo oía, pero alguien lo sentía llorar. Tenía miedo porque sabía qué iba a pasarle. Había sido maltratado, y su amo lo había abandonado. Tras eso lo habían llevado a la perrera, donde esperaría a una familia que le acogiera. Pero, ¿cuánto pasaría hasta eso? El cachorro lo sabía; le faltaba una oreja, estaba cojo y carecía de pelo en algunas partes del cuerpo. Tenía cicatrices por todo el cuerpo y una herida en el ojo derecho lo había dejado tuerto. Solo tenía seis puñeteros meses, ¡y ya había sufrido tanto!
Los días eran largos y siempre estaba solo. No conocía el amor de ningún tipo, pero igualmente lo necesitaba. Los guardas lo veían cada día, el pobre cachorro enfermaba más a cada momentos, solo sufría, y eso era cruel. Por eso tomaron una decisión; lo sacrificarían. No se preguntaron sobre si el perro quería vivir, ni pensaron en quedárselo ellos, solo decidieron acabar con su vida.
Y el cachorro lo sabía; sabía que iba a morir, aunque no mereciera hacerlo. Lo único que había hecho mal en su vida, era haber sido comprado por aquel estúpido humano. Por culpa de ello no era hermoso, y tenía miedo de algunas personas pero, ¿acaso aquello era culpa suya?
Lo sacaron de la jaula y lo ataron para llevárselo. él no se resistió, al fin y al cabo, ¿de qué serviría? Entonces, en la puerta, apareció un joven adolescente. Tenía lágrimas en los ojos, había oído el lloro silencioso del cachorro, lo había sentido como si fuera el propio, y de inmediato había corrido. Llevaba buscando un amigo mucho tiempo, y por fin lo había encontrado. Alguien que lo adoptara, a él, un humano solitario, que lo único que quería, era un amigo que siempre estuviese a su lado. Y lo vio, aquel cachorro maltratado, sucio y feo a los ojos de otros, para él era un milagro, un ángel que había bajado del cielo para estar a su lado.
Tanto el perro como el joven corrieron el uno en busca del otro, por fin conscientes de que había alguien que los entendía, sin importar su color, su raza o sus defectos. El chico acunaba con cariño al cachorro en sus brazos, mientras este daba besos en las mejillas del chico, haciendo desaparecer las lágrimas que comenzaban a bajar por estas. Estaban felices, más contentos que nunca porque, por fin, habían encontrado a alguien que los adoptase.

-Gracias, gracias por salvarme.-susurraron ambos.

"Cuando vayas a adoptar un perro, piensa primero que ambos sois los que vais a ser adoptados, uno por el perro, y otro por el humano. No te fijes en su raza, su tamaño, su color o sus defectos. Fíjate en todo aquello que habrá sufrido, y el amor que necesita. Dale una oportunidad y, con suerte, te darás cuenta de que has encontrado a tu hermano y mejor amigo."
"Yo, me dejaré adoptar por el perro más descuidado del mundo, el que más haya sufrido, y el que más cariño necesite. Así, todo el amor que no recibimos, nos lo daremos mutuamente."

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               La lluvia caía sobre el campamento, pero nadie era capaz de dejar el lugar. Las lágrimas se confundían con las gotas de agua, muestras del dolor y desasosiego que envolvían a todos los presentes.
Aquel fue un día triste; la Carrera de Sangre de Fe había acabado y yo, no había sido el ganador. Lo cual sólo conducía a una única solución; estaba muerto.
Desde las alturas, entre las nubes, como un cuerpo astral, podía observar los prados de los Whitewind, lugar donde se asentaba mi campamento, o bueno, el que hace tiempo lo fue para mí.
Mi cuerpo, tapado con una manta, descansaba sobre la fría hierba, a la espera de ser devuelto a la Naturaleza, tras regresar a las Tierras De Nadie. Me extrañaba ver a todos llorar y sufrir por mi muerte; eran mi familia, pero no pensé que les pudiera afectar tanto... ¡Incluso el líder, Tarkak, y su hijo, Loki, estaban llorando! Y dolía, cada lágrima derramada por mí, parecía romper una parte de mi alma.
No podía ver a Dark, pero supuse que se había marchado tal y como le había pedido, o quizá siguiera con Faith, no lo sabía. Me preguntaba si ellos también estaban llorando mi muerte... Aun recuerdo a Dark intentando hacerme levantar cuando estaba a punto de morir, atravesado por la espada de uno de los rivales. Sin embargo, yo le dije que se marchara, que ayudara a Faith a acabar la carrera y fuera libre..
También la recuerdo a ella llorar e intentar salvarme, pero todo era inútil. Lo sabía yo bien, pues mientras la oscuridad me invadía y la muerte me llevaba, los recuerdos vividos venían a mí, como si fueran  lo único importante en ese momento.

Y ahora, dos años después de mi muerte, viendo aun a mis compañeros llorar, a Dark correr sin destino y a Faith sufrir por mí, me sigo preguntando, ¿de verdad me sirvió de algo esa carrera?, ¿hice bien en participar solo por venganza, aun sabiendo que podía morir?
Quizá debería de haber hecho caso a Trakak, y renunciar a la venganza, pero ya nunca lo sabré. Porque lo único que puedo ahora hacer, es ver al resto sufrir, a sabiendas de que todo eso es tan solo por mí.
"La venganza me quitó lo que más preciaba; mi vida y la de aquellos que me amaban."

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               Camino solo por una calle estrecha. No sé cómo es que ye llegado aquí, pero ya no hay salida. Tapo como puedo la herida de mi vientre, mientras que con la otra mano sujeto con fuerza mi katana. Nada ilumina el lugar, pero puedo ver los ojos rojos al final de la calle, sedientos de sangre; mi sangre. Oigo cómo se relamen, a sabiendas de que estoy débil y no podré vencerlos.
Pero no puedo rendirme. Ellos son los que acabaron con mis padres, ellos fueron los que asesinaron a sangre fría a mi hermano gemelo, y ellos son los que hace unas horas, acabaron con la mujer que amaba. No puedo dejar esto así; no puedo permitir que se vayan sin que yo haya tomado mi venganza.
Toso con fuerza, y alcanzo a ver una gran mancha escarlata manchar el suelo. Estoy desangrándome, soy consciente de ello, pero no me rendiré hasta respirar por última vez.
Los ojos de los vampiros brillan con más fuerza y los siento acercarse poco a poco, dispuestos a acabar también conmigo. Entonces, alzando la katana el alto y con un grito de guerra, corro hacia ellos sin miedo. No me importa morir, no mientras que sepa que lo hago para vengar a aquellos que amé. Hoy será el día de mi muerte, pero también será el día en el que volveré a reencontrarme con mi familia. "Gracias..."

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               No sé si sabías, que detrás de cada piedra hay un nuevo mundo por descubrir. Que detrás de cada árbol hay una nueva vida. Que detrás de ese cielo azul que vez al alzar la cabeza, hay un universo entero.
Todo lo que nos rodea es un misterio, sin un principio o un final. Pero si cierras los ojos y observas bien el mundo, verás que cualquier misterio es fácil de resolver mientras tengas amigos.
Tras ese cielo estrellado que maravillo al ver, existen miles de dudas, preguntas y mundos por descubrir. Tras aquel árbol de la calle, se halla todo un nido de aves sin nacer, pero listas para abrir sus alas pro primera vez. Tras la piedra que una vez pateé, encontré un nuevo insecto para mí.
Simplemente son muchos los misterios aun por ver, de un mundo que creemos conocer.

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               El cielo gris esconde un Sol que lleva tiempo sin mostrarse. La oscuridad traída por la guerra y las batallas aun permanece cubriendo el mundo. A penas quedan supervivientes, tan solo los restos de un lugar que una vez fue iluminado por la luz.
Pero no puedo rendirme, no puedo parar. Ato con fuerza la bandana de mi frente y agarro con seguridad mi espada. Situada sobre un tanque volcado,  observo las ruinas de la ciudad donde una vez viví.  De ellas solo dolor y desesperación puedes recuperar, miles de vidas robadas en una trágica batalla.
No he vuelto a ver un ser viviente desde hace más de dos meses. Días viviendo de comida desperdigada y agua contaminada, aun me pregunto cómo es que sigo viva. Viendo morir a una persona cada día, descubriendo cadáveres a cada paso dado. Ahora lanzo una última mirada atrás, al cementerio construido tiempo atrás, que recibe nuevos integrantes cada día. Entre ellos casi todos mis familiares, amigos y conocidos. Recuerdos de una vida que ya pasó. No puedo permitirme llorar, tengo que seguir luchando por mi vida.
Salto al suelo, dejando tras él la última lágrima que derramaré. 

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               Un grito asustado en la noche. Una niña temblando en su cuarto. Serpientes subiendo por sus sábanas. Una sombra negra frente a su cama. Otro grito ahogado, un miedo inmenso a morir.
De repente, una luz ilumina el cuarto. Un aullido prosigue al resplandor. Sobre la cama, un lobo dorado gruñe a la oscuridad.
Una pelea silenciosa; las serpientes atacan al lobo mientras este intenta defenderse. La niña no llora, no se mueve, no habla, tan solo observa. La lucha continúa, el lobo muerde, ataca, gruñe, hace de todo para acabar con la oscuridad que atormenta a la humana.
Finalmente, rendidas, las serpientes desaparecen, seguidas de la sombra de oscuridad que les acompañaba.
Los minutos pasan. El lobo se relame las heridas sobre la cama. Su pelaje, incluso manchado le hace parecer una estrella; tan sólo él ilumina la habitación. 
Se escucha un sollozo. La niña se levanta y camina hacia el lobo, este levanta la mirada y la observa.
-Lo siento, ha sido mi culpa; mis pesadillas se hacen reales...
El animal niega con la cabeza.
-La oscuridad daña, aterroriza a los niños y les hace daño; no es tu culpa.
La chica se lleva las manos a la boca; entiende lo que el lobo dice, puede hablar con él.
-Gracias por salvarme, mi nombre es Lya, ¿y el tuyo?
-Me llamo Dark, soy un guardián de la luz.
Lya se queda pensativa unos segundos.
-¿Por qué Dark? Tu eres la luz en la oscuridad, no mereces un nombre como ese.
El lobo niega de nuevo.
-La oscuridad fue una vez mi madre y razón para vivir. Mi obligación es llevar este nombre como marca de ello.
-Aun así no me parece bien.
Dark sonríe.
-Está bien, a partir de ahora, cada vez que tengas miedo, llámame y con un aullido te avisaré de que estoy en camino. Seré tu guía y protector por el resto de la eternidad.
La niña no comprende, y le manda al animal interrogante.
-¿Qué quieres decir?
-Si cumplo mis palabras, mi nombre se cambiará por aquel que tú desees.
Lya asiente contenta y se tumba junto al lobo, volviendo a dormir. Junto a un demonio caído. Junto a un ángel.

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               "-¿A qué temes ahora, hermano?
¿No ves ese cielo azul y sin nubes, iluminado por la clara luz de sol? Ven conmigo y alcemos nuestras manos al aire, mientras bailamos por cualquier cosa.
Celebremos este día que recién empieza, y mostremos esta felicidad al mundo. Porque hoy es también un día especial tan solo por seguir vivos. Hoy es un día alegre, al que aún no se le busca el fin.
Así que toma mi mano y no te deprimas. Disfruta de lo que tienes y baila por ello bajo el cielo azul. Tomemos aquello que amamos y lancémoslo al cielo, mientras que con nuestros brazos esperamos su caída para abrazarlos.
Disfrutemos juntos de la vida, como si esta fuese a acabar en el segundo siguiente. Vamos a brindar por lo que tenemos mientras sigamos vivos."

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               El sonido de las rocas al romperse, gritos de dolor y muerte por todas partes. Ese era el presente de El Reino. Los ataques no cesaban y los supervivientes agonizaban por sus heridas. 
Pese a todo, después de que la arena permitiese ver, Leila continuaba en pie; negándose a perder.
Una sonrisa de Xantos la hizo estremecer.

-Dime Leila... ¿Por qué no te entregas..? Tus compañeros están muriendo y tu hogar siendo destruido. No puedes luchar contra mí... Pero si vienes conmigo, dejaré vivir tus amigos y olvidaré todo lo que ha pasado.

Ella negó con la cabeza. Aun sangrando, aunque casi no pudiese mantenerse en pie o viese como sus compañeros caían, Leila no abandonaría.
Tomó aire y se lanzó de nuevo hacia el enemigo, intentando en vano, golpearle.

-¡No voy a abandonar! Eres un tirano, Xantos, es cierto que no me importa morir pero, si me marcho, nadie podrá proteger al pueblo de ti.

Por fin, en un descuido, pudo golpear al enemigo, dejándolo sorprendido. La chica sonrió y se acercó despacio. Xantos se levantó y se preparó para continuar luchando.

-Bien, si así lo quieres, caerás junto al resto.-dijo con malicia.

La pelea continuó por igual, sin que ninguno de los dos se rindiese.
No, la guerra no había acabado, ni mucho menos la habían ganado pero, mientras hubiese esperanza, mientras que Leila se levantase nuevamente, ellos nunca perderían.

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               Morir... ¿Qué significa morir? ¿Es una ilusión, o es cierto?, ¿qué hay detrás de la muerte?
Morir tan solo trae dolor, sufrimiento, angustia... Sin embargo, muchas personas mueren sonriendo, ¿acaso han encontrado la paz?´
Hay muchas formas de morir, algunas mejores que otras. Puedes morir solo y son haber hecho nada, o puedes morir con tus amigos al lado, dando tu vida por alguno de ellos.
Cada día miles de personas mueren, no se puede hacer nada para evitarlo, pero aun así seguimos llorando por los caídos. Aunque no quieras, llorarás por la muerte de un ser querido, no podrás cambiarlo, porque aunque lo odies o desprecies, tu corazón sabrá que también lo amabas.
Por eso quizá sea mejor no verle morir, verlo más tarde y llorar entonces. Pero cuando las personas mueren en la guerra, poco reconocimiento reciben. Es algo tonto, solo luchan porque otros lo hacen, pocos toman su propia decisión.

Para los que mueren, es mejor morir ayudando a un amigo, dando tu vida por él, sabiendo que tu muerte no ha sido en vano. Y los que son salvados, lo ven todo al revés. ¿Sabes lo qué es ver morir a un ser querido frente a ti?, salvándote en vez de huir. ¿Conoces a caso cómo se siente uno al darse cuenta de lo que ha pasado?
Esas ganas de gritar, llorar y destrozar algo en ese mismo instante. Lo primero que piensas, es que no es justo, que debía de haber sido otro. Que el que debía de haber muerto, eras tú. Entonces ves a tu compañero, medio muerto frente a ti, diciéndote que todo está bien, que sabía lo que pasaría, que quería protegerte. Está sonriendo porque sabe que él ha elegido su muerte, que ha salvado tu vida a costa de la suya.

Tiempo después sigues llorando, porque no eres capaz de olvidar lo que pasó.Ya no duele tanto, pero ña herida nunca acabará de cicatrizar. Esa sensación de que su muerte ha sido culpa tuya, todavía sigue en tu interior.
Y llorando piensas, que ver morir a un ser querido frente a ti, es algo que nadie debería de vivir.

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La niebla esconde el Sol que una vez iluminó por completo el mundo. Los fuegos son apagados por la fina lluvia que amenaza con transformarse en tormenta. Explosione siendo acompañadas de temblores hacen caer al planeta, llevándolo a un olvido del que nunca saldrá.
Simples vidas desperdiciadas en una causa perdida. Palabras que carecen de valor. El final de un mundo en destrucción.

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Si las estrellas pudieran hablar, te dirían que aquellas hermosas luces en el suelo, son en realidad la desintegración de una vida que murió nada más nacer.
Si las nubes pudieran explicarse, te mostrarían la felicidad la felicidad de mucho ante un día sin Sol.
Si el Sol pudiera apagarse, os haría ver que su calor y luz son necesarios para la vida.
Si los lobos pudieran cantar, no llorarían a la Luna las penas de una manada que jamás encontrarán.

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El viento susurra canciones de época, creando a su alrededor una gran orquesta en pura sintonía. Las hojas se sueltan de los árboles para descansar sobre la suave tierra, creando un paisaje que nadie  podrá olvidar. Los ciervos se alimentan con ganas en esta estación, ansiosos por la caída de los primeros copos.
Es la muerte de un pasado otoño al que nadie comprendió. Es la llegada de un nuevo vendaval de posibilidades. Es, simplemente, un cambio más.

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Escribir refleja tu alma, refleja los mundos que puede crear, refleja la persona que puedess llegar a ser. Una letra sobre el pergamino muestra el inicio de una nueva aventura, de un nuevo sueño. 
Para un escritor, una pluma, tinta y un papel, marcan la diferencia entre lo real y lo increíble. Para un escritor, las palabras son más que un pasatiempo, son una forma de vida. Para un escritor, escribir es mostrar al mundo que, mientras haya imaginación y esperanza, nada es imposible.
Porque la literatura, es la llave que abre la puerta a nuevos mundos.

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Y las palabras callaron, presas de un silencio al que nadie haría hablar. Las paredes se derrumbaban, los techos caían, el fuego quemaba todo a su paso. Los gritos se multiplicaban por momentos, los humanos corrían despavoridos, la muerte se hacía rica de vidas. Y sangre. Sangre que cubría cada milímetro de ese mundo. Vidas quitadas por una guerra. Y la última esperanza, encerrada en una jaula, sin alas, sin poder, sin nada.

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La fiesta parece divertida, alegre, un festín y una celebración en honor a la salvadora, en honor a ti. Y sin embargo, te mantienes distante, lejana a todo lo que te rodea. No es que no te guste; en realidad, te encantaría participar en ella, pero no puedes evitar sentirte mal. Porque salvaste al mundo a costa de muchas vidas, porque no mereces tal fiesta. 
Entonces, sin previo aviso, alguien te toma de la mano y te apresa entre sus brazos, es Alex. Te besa el cuello y los labios con lentitud, con pasión. Pero no eres capaz de corresponderle, tampoco crees merecerlo a él. Una tristeza te invade y estás al borde de las lágrimas, pero Alex te levanta la cabeza y te obliga a mirarlo.
-Escúchame, Leila; mis padres, los tuyos y toda la gente que se ha sacrificado por el mundo... Ellos no quieren verte así, desean que seas feliz, que muestres la sonrisa de la que me enamoré.-dice con suavidad.- No puedes culparte por las vidas que se han perdido, debes de seguir adelante por ellas, ¿entiendes?
Asientes con lentitud, aun sabiendo que jamás podrás perdonarte por aquello, pero tratas de sonreír y mostrar felicidad. Alex limpia las lágrimas que recorren tus mejillas, y luego te vuelve a besar.
-Estás aquí, Leila, con Lysandro, con Irene, conmigo... No te vamos a dejar sola.
Sientes como te toma de la mano y tira de ti para llevarte junto a la hoguera. Detrás de ti, Lysandro te empuja también y, al frente, ves a Irene saludándote para que vayas a su lado. Puedes sentir los espíritus de tus padres a tu alrededor, dándote calor como lo hacían cuando eras pequeña. Y entonces te das cuenta; no estás sola.

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Dragones... Una raza increíble y aterradora a la vez. Durante siglos se les ha considerado en todo el mundo como bestias mitológicas, seres condenados al infierno desde el momento en el que nacieron.
Sin embargo, aquí, en Drakingard, los llamamos por el nombre que realmente se merecen, "amigos". Sí... Ellos nos ayudaron en la guerra cuando seres de otros mundos nos querían invadir; impidieron un derramamiento de sangre y trajeron la Paz. Pero no pretendían ser considerados como Dioses, ni pidieron que les levantásemos un altar. Los dragones nos preguntaron si les dejaríamos ser sus compañeros, si podrían vivir a nuestro lado como nuestros hermanos. Nuestro pueblo, sorprendido, dijo entonces que sería un honor trabajar a su lado, y desde entonces, convivimos como una familia, llevando nuestras aventuras mucho más lejos de lo fantástico.
Hoy es mi cumpleaños y es mi turno de participar en una carrera de vuelo por fin. Mi compañeros, Dark, lleva conmigo desde que nací, jugando como mi mejor amigo y ayudándome cuando lo necesitaba, él es mi hermano. En cuanto sumo a su lomo escamoso, siento que nos unimos como si fuésemos uno solo, como si separados no fuéramos nada. 
Despacio, me agacho a su oreja y río, escuchándolo resoplar nervioso.
-Es hora de volar, hermano.
Y Dark alza el vuelo, gritando en el proceso junto a mí, demostrando al pueblo que somos más que un humano y un dragón, que somos gemelos nacidos de diferentes huevos. Y mientras volamos, lo grito dentro de mí; los dragones no son monstruos, no son bestias, solo son ellos mismos... Su única y verdadera esencia es la suya propia; ángeles caídos para salvar el mundo.

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La vida pasa con rapidez, pero para nosotros es una condena infinita. Nacidos siendo esto, nuestra única meta es vivir eternamente, sufriendo las consecuencias de nuestra acciones por siempre.
Observo los granos de arena caer del reloj con lentitud, castigo divino por las vidas que robo para alimentarme. Mi alma perdida diez mil años atrás, aun espera encontrar en el pasado a mi amada que yo mismo asesiné.
Al otro lado de la ventana los humanos me apuntan con sus armas, deseosos de acabar con el monstruo que habita en esta mansión. Cuánto me gustaría que sus armas pudieran parar el latido de mi corazón, pero cualquier cosa es imposible; un cuerpo condenado a regenerarse continuamente. Puedo oler la sangre desde aquí, un olor dulce y atrayente que despierta mis más oscuros instintos.
Salto por la ventana con una mirada triste. De nuevo mis impulsos ganan a la razón, de nuevo mataré una vez más. Porque esta noche, vuelve a ser otra condena para nosotros... Para los vampiros.

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El sol se esconde una vez más, dejando paso a una noche iluminada por la Luna y las estrellas.
Dos golpes llaman a mi puerta, y un mayordomo entra a buscarme.
-Es hora de que salga, Lady Alice.
Tomo aire y me coloco la máscara plateada que añade brillo y elegancia al vestido.
-Sí.-susurro para mí misma.
Camino a paso lento por el pasillo, observando cómo la sala inferior está repleta de personas irreconocibles para mí. Al llegar a la escalera, la música cesa y todos paran a mirarme. Poco a poco se inclinan en una reverencia, con el brazo derecho donde su corazón debería estar.
Conforme bajo los escalones, los murmullos vuelven a aparecer, y uno a uno los invitados tratan de saludarme y hablar sobre negocios. Es entonces cuando lo siento; a unos pocos pasos de mí, Lucas espera a que llegue a su lado. Los nobles me dejan caminar, inclinando la cabeza al pasar por delante de ellos.
Finalmente lo veo; su vestido negro hace resaltar su rubio cabello, mientras que sus ojos esmeraldas son tapados por una máscara blanca.
Sonríe levemente y se inclina hacia mí, ofreciéndome su mano a modo de invitación. Devolviendo la sonrisa, tomo su mano y camino junto a él hacia el centro de la sala. Los invitados se hacen a un lado y la música vuelve a sonar. El baile empieza lento, solo para nosotros, mientras el resto observa en silencio.
Cuando la canción acaba, nos miramos antes de besarnos con suavidad, saboreando la esencia del otro. Al separarnos, Lucas sonríe y se quita la máscara.
-¿Está disfrutando de la velada, Lady Alice?
Sonrío y vuelvo a colocarle la máscara, volviendo a ocultar sus atractivos ojos.
-No sabe usted hasta que punto, Lord Lucas.
Él ríe y continuamos bailando, esta vez acompañados por algunos de los invitados. Por fin, tras años vagando sin rumbo, su alma ha encontrado la mía.

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Viento que soplas con fuerza, dame el poder para encontrar mi libertad más allá de estas cadenas que me atan. He visto al halcón volar por los cielos, y he oído al lobo aullar en el bosque. Solo quiero poder correr sin ataduras, viviendo una vida con un inicio libre.
Viento que me haces soñar, consigue que el final de esta historia no sea triste, que el fin de mis vida no sea entre rejas. Déjame ver una vez más el cielo, permíteme volver a respirar aire fresco, concédeme el deseo de saborear la libertad.
Viento que salva vidas, haz que la niebla de mi vista desaparezca, consigue que pueda volver a andar, dame la energía para seguir adelante. Te lo pido de rodillas, rompe estas cadenas con una brisa, líbrame del dolor de la prisión.
Viento que conoces la libertad, devuélveme la vida que me quitaron,  fúndeme contigo para poder viajar sin fin, haz de mi lloro un canto de alegría. Alegra los corazones con mi existencia, permite que mi último aliento no sea en vano.
Viento que desapareces entre montañas, llévame contigo a cualquier lugar, líbrame de este dolor que supone seguir viviendo. Convierte mi espíritu en un ave en libertad, o cede mi cuerpo al bosque de tus ancestros.
Viento que me observas desde lo alto, roba mi desesperación y conviértela en esperanza para el resto de personas. Transforma mis susurros en gritos para que se oigan, déjame ser escuchada.
Viento que nació junto a mí, por favor te lo pido, no me dejes morir aquí.

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Existen personas en esta vida que, por razones desconocidas, son especiales. Poseen una cosa a los que muchos llaman "Don" y que amarían poseer. Yo pertenezco al grupo de los especiales.
Desde pequeña he crecido rodeada de malos momentos, de miles de emociones que se agolpaban en mi cabeza sin saber que no eran mías. El "Don" que yo poseo es algo que me permite conocer aquello que siente quien esté cerca de mí, aunque desde mi punto de vista, es más una maldición que cualquier otra cosa. 
Al principio, pensaba que eran cosas mías, que mi imaginación me jugaba malas pasadas y algún día se acabaría. Pero era difícil controlarse cuando en un día de completa felicidad para mí, alguien deprimido se acercaba a mí, y su tristeza me era contagiada. Cuando crecí, comencé a darme cuenta del "poder" que tenía, lo cual me asustaba y trataba de mantenerlo en secreto; no quería acabar en un manicomio. Es cierto que en ocasiones, como en un robo escolar eso me era de ayuda, pues era capaz de sentir la culpabilidad o el miedo a ser descubierto del culpable.
En la actualidad, unido a la APN (Agente de Protección Natural), utilizo este "Don" para encontrar a los que causaban incendios, roban o trafican animales. Pero, a pesar de eso, el miedo siempre sigue presente; en ocasiones, al estar ante un sospechoso de un delito, puedo sentir su sadismo, odio, ganas de asesinar... No es algo muy agradable, y tan solo consigo controlarme porque mis compañeros están a mi lado.
Al final, una aprende a distinguir muchas emociones; como el miedo que, aunque parecido en muchas cosas, se divide en muchas y diferentes ramas, igual que la felicidad o la preocupación. Y, si puedo afirmar algo tras tantos años trabajando así, es que hay muchos más sentimientos negativos que positivos y que, si algún día mi control no fuese suficiente, mi alma sería llevada por las emociones que me rodean.

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Y las palabras callaron, como calla un niño cuando se le castiga, como callan las hojas al caer del árbol en otoño. Solo importaba ese instante, ese segundo en el que el mundo se había derrumbado sobre él. La sangre brotó de su amada, mientras que sus brazos, temblorosos por el pánico, sujetaban el cuerpo inerte de la chica. 
El miedo, la ira y la soledad le invadieron, cegándolo y obligándole a moverse; cogió uno de los cristales rotos del suelo y avanzó hacia su rival. Este, cansado por su último ataque fallido, no pudo defenderse, y solo alcanzó a suplicar inútilmente por su vida.
Tras acabar con la existencia de aquel hombre, el joven regresó junto al cuerpo sin vida de aquella mujer a la que amó, para luego elevar el mismo pedazo de cristal de antes y clavárselo en el pecho, regresando de esa forma junto a la razón de su vida. En un eterno descanso, donde ya nadie los podría separar.



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Leila~

El disparo se escuchó por todo el bosque, alertando a las aves, que huyeron despavoridas ante el temido ruido.
Caí de pie por suerte, con la herida fresca goteando sobre la tierra; no aguantaría en no forma loba mucho más. En frente de mí, un humano se encontrada inconsciente en el suelo, vivo de milagro, y a mis flancos, mis compañeros de manada me observaban estáticos, seguramente sin poder procesar lo sucedido; ellos nunca habían visto luchar de esta forma antes.
El dolor se volvió más agudo en mi hombro, y tuve que contenerme para no regresar a mi cuerpo humano frente a ellos. Cojeé hasta los matorrales donde había escondido antes de la batalla mi mochila, a su lado los restos de mi ropa desgarrada se extendían por el suelo sin dejar mucha utilidad en ella.
Solté un pequeño gruñido a la manada para indicarles que volvería a mi cuerpo humano, fue entonces cuando Kayla pareció reaccionar y corrió detrás de mí. Con su ayuda conseguí vestirme sin abrir más la herida y, al regresar al claro, todos éramos ya humanos. Una punzada de dolor me recorrió el cuerpo y mis piernas flojearon, obligándome a apoyarme en mi compañera para no caer. Ella me miró preocupada; sabía que estaba perdiendo mucha sangre y debía hacer algo para pararla. Solo había una opción. Volviendo a mantenerme en pie sola, llevé mi mano derecha a la herida del hombro, concentrando en la palma toda mi energía y pasándola a la herida. Poco a poco un vaho comenzó a salir de ella, hasta convertirse en hielo y taponar la herida, impidiendo la salida de más sangre. Aquello era peligroso, pero era la única opción de sobrevivir mientras el resto pensaba qué hacer.
De repente mi energía se desvaneció, nublándome la vista y consiguiendo que perdiese el equilibrio. Por suerte, unos brazos me sujetaron hasta dejarme con suavidad en el suelo, pude ver que era Caleb. Él siempre estaba ahí para ayudarme, aunque nos peleáramos y gruñéramos, desde que nos conocimos algo nos unió.
Sentí cómo los ojos se me cerraban poco a poco, tenía frío y respirar también me costaba más, no sabía cuánto podría aguantar despierta.
-Ey, Leila, no cierres los ojos, tienes que resistir...-suplicaba una voz.
Quise decir algo, pero las palabras se me atragantaron, y mi mente empezó a divagar sobre qué podría haber después de la muerte.

Caleb~

El tiempo pareció pararse; todo aquello no podía ser cierto, Leila no podía estar muriendo, no frente a mí, no ahora.
El grito de Kayla me sacó de mi ensoñación, había mandado a Shiki y Kale a por las mochilas del resto, supuse que tendría algo en mente.
-Leila, necesito que deshagas el hielo, sino no podré curarte.-pidió mi compañera.
Yo permanecía inmóvil, sin saber qué hacer para ayudar, sintiéndome como un completo inútil. Los dos chicos regresaron minutos después, dejaron las mochilas en el suelo y sacaron de la mochila de Kayla un maletín de emergencias bastante grande. Lucía se encargaba del humano, utilizando sus poderes para borrar sus recuerdos sobe nosotros y borrando cualquier marca que nos pudiera delatar.
-¡Caleb!-oí gritar.- Necesito que sirvas de apoyo a Leila para que le pueda extraer la bala, ¡así que muévete!
En cualquier otro momento, me hubiese parado a replicarle a Kayla sobre su tono de vos, pero en esos momentos aquello sería un gran error. Agarré a Leila por debajo de los hombros y la subí hasta que su espalda quedó recostada sobre mi pecho, manchando mi camisa de sangre y haciéndome sentir frío. El hielo continuaba taponando la herida, evitando su cura y bajando cada vez más la temperatura de su cuerpo. Quizá el poder de Shiki podría derretirlo, pero sabíamos que era arriesgado y que, si hubiese un solo error, nuestra amiga podría morir entre llamas.
-Vamos, Leila, tienes que deshacer el hielo...-susurré en su oreja.- Estoy aquí, no pasará nada, pero debes de reunir energía para esto.
Tomé su mano derecha con temor y la besé, haciendo luego lo mismo con su frente, aprovechándome de forma egoísta de la situación. Su calor corporal subió un poco y el hielo empezó a desaparecer en nubes de vaho hasta que no quedó nada. El agujero en su pecho tenía mala pinta, aunque sangrase mucho menos que antes, la zona cubierta por el hielo había tomado un color casi blanco, y morado oscuro alrededor de la herida.
-Shiki, enciende fuego cerca de nosotros.-ordenó Kayla.
El pelirrojo solo asintió y se marchó entre los árboles junto a Lucía y Kale en busca de algo que al encenderse no provocase el incendio del bosque.
-Caleb, necesito sacar la bala para poder coser la herida... Sin anestesia será doloroso, pero es la única opción.
Cerré los ojos unos segundos, de nosotros Kayla era la que siempre se encargaba de las heridas, graves y leves, pero nunca le había visto hacer algo como esto... Sin embargo, si ella no lo hacía, ¿quién lo haría?, en un hospital descubrirían lo qué somos, y eso traería solo más problemas.
-Hazlo.-susurró la voz cansada de Leila.- Confío en ti, hazlo.
Los ojos de la chica se iluminaron y asintió, empezando a moverse y a desinfectar la herida, dispuesta a salvar como fuese a nuestra compañera y hermana.

Leila~ 

No sé cuándo caí rendida ante el dolor y el cansancio, pero al despertar pude asegurar que mis recuerdos eran reales y no un sueño. Tras abrir los ojos y recibir una oleada de dolor, me percaté de que un lobo de colores blancos y grises estaba tumbado junto a mí, manteniendo a raya el frío que sentía. Moví la mano con dificultad hacia su lomo, provocando que levantara sus orejas y elevara su gran cabeza hasta mirarme. Sus ojos se abrieron de par en par al ver que estaba consciente y, sin decir nada, salió corriendo hacia los árboles aullando. No tardó más de unos minutos en volver a aparecer en el claro, vestido únicamente con un pantalón y sus deportivas. Sonreía ampliamente y, si pudiera haber movido la mano, juraría que la hubiese puesto sobre mi rostro para ocultar mi sonrojo.
Casi corrió a mi lado, arrodillándose junto a mí y soltando algo más parecido a un aullido que a una risa.
-Ya he avisado a los demás, ellos se habían ido de caza.-explicó.- Por ahora intenta mantener tu temperatura corporal normal.
Él intentó levantarse de nuevo, pero conseguí frenarlo al agarrarle de la mano.
-No te vayas.
Caleb solo asintió y acarició mi mejilla, mirando luego a los bosques a la espera de que nuestra manada apareciera.

Apenas diez minutos más tarde -en los que entre Caleb y yo hubo un silencio inquietante-, llegaron los otros cuatro lobos, ya en forma humana. Pude ver como Julia, al principio en estado de shock, corrió hacia mí para lanzarse encima y abrazarme. Solté un gemido de dolor, provocando de inmediato la reacción de mi amiga.
-¡Lo siento!-se disculpó.- Empezamos a pensar que no despertarías nunca...
Miré a Caleb confusa, preguntándole sin palabras qué quería decir mi hermana loba con aquello. él rió y se acercó de nuevo a mí.
-Has dormido por tres días; comenzamos a preocuparnos.
-Más bien el resto nos preocupábamos por ambos.-comentó Shiki.- Tú no despertabas y a Caleb no había quien lo separara de ti...
Sonreí ante ese comentario, preguntándome si sería verdad, o mi amigo sólo trataba de mofarse de su hermano. Pero todo pareció confirmarse cuando Caleb le mandó una mirada asesina acompañada de un gruñido y el resto reímos.
-Lo positivo es que estás bien, y Kayla ha borrado los recuerdos del cazador, por lo que estamos a salvo.- comentó Kale, quien rodeaba a su pareja por la cintura.
Ella, soltándose de su agarre, se arrodilló junto a mí, colocándome una mano en la frente.
-Lo que dice es cierto, pero será mejor que continúes descansando, aun estás fría.

Caleb~

Después de reunirnos, me vi obligado a salir de caza junto a Kale y mi hermano ya que, según ellos, no podía estar todo el tiempo con Leila. ¡Ja!, que me probaran si querían...
No tardamos mucho en hacernos con una hembra de ciervo rojo que vagaba sola en el bosque y, como era yo el que la había cazado (el hambre y la adrenalina ayudaron mucho), me dejaron comer hasta saciarme. Normalmente, nosotros no comemos nada crudo o recién cazado porque, bueno, somos medio humanos... Pero, desde que nos volvimos una manada, desde que supimos cuál era nuestra verdadera forma de vida... Bueno, entonces decidimos que podíamos ser humanos y lobos a la vez.

Tras saciar nuestra hambre y dejar los restos del animal para los zorros y osos del bosque, emprendimos la marcha de vuelta al claro entre juegos y aullidos.
-Entonces... ¿Qué vas a hacer ahora?
Giré la cabeza al mirar a Shiki como claro indicio a que no sabía a qué se refería, o más bien no quería saberlo.
-¿Qué quieres decir con eso?
 -No te hagas el idiota, Caleb, sabes muy bien a lo que nos referimos.-ladró Kale con una sonrisa.- Eres el único lobo que conozco que reniega de su atracción hacia su pareja... Aparte de Leila, claro.
-Tampoco has conocido a muchos...-bufé.
Los dos lobos rieron y se callaron, trayendo así un silencio sepulcral por nuestra parte. Yo rodé los ojos; aquello era un tema privado... A mí me gustaba Leila, ¡por supuesto que lo hacía!, era algo así como mi pareja predestinada, y mi atracción por ella era inevitable. Y aun así, no lo entendía; Kayla y Kale llevaban juntos desde... Bueno, desde que los conocí, siempre juntos y protegiéndose mutuamente. Y Shiki... Él sólo necesitó ver unos segundos a Julia para prendarse de ella y hacer todo lo posible para ser el novio perfecto aunque claro, según la chica, ya lo era.
Todo eso era demasiado empalagoso, y yo no era precisamente romántico ni nada parecido. Tenía claro que no dejaría que le pasara nada a Leila, que la quería y mi futuro estaba junto a ella, pero mi forma de ser era más bien solitaria, arrogante... ¡Incluso con ella empecé mal! No estaba seguro de...
-¡Ey!, ¡Tierra llamando a Caleb!
El grito de Shiki me sacó de mis pensamientos, haciéndome ver que quedaba poco para llegar al claro.
-No sé que voy a hacer.-sentencié.
-Más bien no sabes cómo hacerlo. Tu le quieres, ella también a ti, no es tan difícil hacer algo... Al menos merece que le digas algo.
Sabía que Kale tenía razón, pero la duda de si yo la merecía seguía en mi mente. 

Leila~ 

Los días pasaron con lentitud para mí; Kayla apenas me permitía moverme por el campamento improvisado, recordándome una y otra vez que un movimiento brusco podría abrir de nuevo la herida. Yo la quería, pero a veces era estresante...
Hasta que por fin, ocho días más tarde (dos eternidades y media para mí), mi "médico" me dio el alta, explicando que ya estaba casi recuperada del todo y debía de intentar transformarme. En realidad, todos sabíamos que cambiar de forma después de estar heridos y sin cambiar durante un largo período de tiempo era peligroso, pero yo no podía aguantar más sin hacer nada. Ese era mi instinto; transformarme, cazar, jugar con mi manada... No podía (ni quería) pararlo.
Además, había algo que me carcomía esos días por dentro; todos habían permanecido junto a mí al menos unas horas al día, todos, menos él. Caleb llevaba sin hacer acto de presencia frente a mí desde que volvió aquel día de caza con Kale y Shiki y, lo que más me frustraba, es que ninguno me dijese el por qué.

Caída la tarde, Kayla decidió que era tiempo de que intentase transformarme. Mi intención era hacerlo tras un árbol o en el mismo claro pero, según ella, había un lugar mucho mejor para hacerlo. Yo solo pude suspirar y seguirla mientras que caminaba animada sin ni siquiera mirar hacia dónde iba.
Cuando por fin paró de andar, me percaté de que habíamos llegado a un pequeño claro donde, para mi sorpresa, Caleb esperaba apoyado en un tronco con los brazos cruzados.
-Toda tuya.
Quise preguntarle a mi amiga qué quería decir al soltar aquello, y acabé hablándole a la nada. Por Odín, ¿desde cuando había desarrollado el poder de la teletransportación esa loba? Frustrada, dirigí mi vista de nuevo hacia Caleb quien -para variar-, iba sin camiseta. Anduve hacia el a paso lento, temiendo que se esfumase en cualquier momento.
-¿Dónde te has metido estos días?
-Vigilaba el bosque para que ningún cazador se acercase, quité trampas, cacé... Ya sabes, lo lógico.-dijo riendo.- Ah, también pasé ocho días buscando el lugar perfecto para tu cambio, pero eso no importa.
Fui a pedirle que repitiera eso último, pero algo calló sobre mi cabeza; una manta.
-Quítate la ropa y tápate con esto, yo haré lo mismo.-le miré sorprendida.- Confía en mí, por favor, no miraré.
Asentí dudosa y caminé en dirección contraria a la suya hasta unos matorrales. No tardé en desnudarme y taparme con la manta, la cual resultó ser bastante grande, por lo que no me sentía avergonzada por la... Situación. Cuando volví al claro Caleb ya estaba allí, con una toalla atada desde la cintura hasta casi los tobillos, algo bastante digno de ver. Al igual que yo, él iba descalzo, era preferible no acabar con la ropa que nos quedaba.
-Puedes acercarte, Leila, aun no me he transformado, no muerdo.
Reí y caminé más tranquila hacia él. No sabía por qué, pero estaba más tranquilo, como si hubiese encontrado la paz en su interior, y esa tranquilidad me era transferida también a mí. Y eso solo podía significar una cosa...
-¿Has descubierto tu poder?, ¿cómo?
Caleb sonrió y se encogió de hombros.
-Después de que te hirieran me sentía extraño, como si algo cambiase en mí.-comenzó.- Más adelante me di cuenta de que mi estado de ánimo influía a los demás y Kale sacó esta conclusión. Al parecer a ti te toca super-poder de hielo, y a mí controlar las emociones.
-¡Pero eso es genial!-dije emocionada.- No importa cuál sea, tienes uno, y eso quiere decir...
No pude acabar la frase, para aquello sólo había una respuesta. Nosotros, los cambiaformas, siempre tenemos un poder oculto en nuestro interior que se despierta cuando encuentras a tu pareja y admites el amor hacia ella. En mi caso desarrollé el poder controlar el hielo dos días después de conocer a Caleb; aquello fue un golpe directo a mi instinto y bueno, yo nunca le he negado nada a él. Según sé, las chicas siempre lo admitimos antes y por lo tanto, nuestros poderes son más fuertes.
-Así es, Leila, mis ideas ya están en orden.-dijo en un susurro.
Se acercó poco a poco a mí, hasta que su mano rozó mi mejilla y la acarició haciéndome temblar.Eso no podía ser real... Llevaba mucho tiempo esperando. Yo nunca fui amante de los romances, ni muy femenina en general, pero con él era diferente.
-Yo no soy igual de optimista que Shiki, ni un ángel de la guarda como Kale, pero quiero dar lo mejor de mí para hacerte feliz. Lo sabía desde hace tiempo, pero no fue hasta que te hirieron que lo admití dentro de mí... Me importas demasiado Leila, solo quiero estar ahí contigo para protegerte, como un compañero, un hermano, un amigo... No me importa mientras estés a salvo.
Algo tembló dentro de mí como si estuviera a punto de explotar; Caleb nunca, NUNCA, había sido así, tan sincero, amable, tan... Adorable. Y entonces lo estropeó.
-Aunque claro, si yo me siento así, es obvio que tu te sientes igualmente atraída hacia mi propia persona.-comentó arrogante.
Hice un mohín y le golpeé el pecho para luego mirarle a los ojos. Apenas medía unos centímetros más que yo, pero tendría que agacharse un poco para dejarme probar sus labios.
-Eres un estúpido, arrogante, perverso y molesto cambiaforma.-bufé en un susurro.
Oí su risa antes de agacharse hasta estrechar la distancia entre nosotros.
-Se te ha olvidado decir que soy TÚ estúpido, arrogante, perverso y molesto cambiaforma.-dijo rozando mi oreja.
Nuestros labios se juntaron segundos después de que lo hicieran nuestras respiraciones entrecortadas. Aquel no era un beso calmado, suave o amable como los de las películas románticas, pero tampoco era violento o salvaje. Simplemente era nuestro beso, un choque entre dos labios que debían de estar juntos, la unión de dos respiraciones en una sola, el indicio de que estábamos hechos el uno para el otro. Era nuestra forma de decirnos "Te Amo".








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